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Blog de STEPIEN Y BARNO – publicación digital sobre arquitectura
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¿ARQUITECTOS DE SEGUNDA?

La labor del arquitecto, desde que llegó la crisis del 2008, cada día es más incierta. Las dificultades laborales han marcado la etapa más complicada de la profesión y cada vez somos más arquitectos los que deciden enfocar la profesión más allá del hecho de poner ladrillos. Por mucha mejora que haya habido, las cosas están muy lejos de cómo era el mundo de la arquitectura y la construcción hasta ese momento. A esta nueva figura, venimos llamando “el arquitecto líquido” (ver aquí).

Así, en nuestra opinión, se puede (y se debe) seguir siendo arquitecto, aun estando en la periferia de la arquitectura. De hecho, en lo fronterizo muchas veces pasan las mejores cosas.

En cualquier caso, el tema tiene miga y sobre todo ello va el post de hoy.

Por suerte, muchas escuelas de arquitectura han entendido que los tiempos de formar arquitectos para salir en el Croquis pasaron a la historia (ver aquí). Pero aun así, nuestra profesión tiene una desconexión terrible con la sociedad a la que sirve. Si no se hace algo potente seguiremos condenados a la imcomprensión.

Mientras tanto la llegada de la IA abre un mundo lleno de posibilidades (y peligros) que dependerá de nosotros que las aprovechemos o sigamos negando la realidad. Por desgracia, a día de hoy la mayoría de estudios  de arquitectura y arquitectos sigen desconectados de conceptos básicos de empresa, comunicación y ventas.  Estamos en el 2024 y, en determinanados temas, parece que nos hemnos quedado anclados en el siglo pasado.

Muchos arquitectos siguen negando la realidad y se empeñan en seguir consiguiendo encargos de proyecto de arquitectura, aunque sea cobrando una miseria. Para muchos, lo importante es seguir haciendo «el proyecto que sea», aunque no sea para tirar cohetes. En consecuencia, muchos de estos aguerridos estudios, sobreviven más que viven dignamente de la profesión. Y no, no vale la pena darlo todo por la arquitectura, cuando ésta ni siquiera te devuelve el poder hacer un proyecto decente. La realidad es bien compleja y conviene seguir reflexionando sobre ella.

1. ¿Sólo arquitectura?

Cuando estábamos en la carrera, con la crisis aún lejana, casi todos los compañeros dábamos por hecho que cuando la terminásemos de estudiar nos dedicaríamos al noble oficio de proyectar. Este pensamiento tenía dos errores básicos: nunca se termina de estudiar y hay vida más allá de proyectar.

Sin embargo, los profesores de proyectos bien se encargaban de hacernos ver que todo lo que no era proyectar era como estar en el equipo de segunda.

Estos profesores solían coincidir con el arquitecto que tenía varios becarios haciendo de arquitectos en su estudio por cero euros.

De la capacidad docente de muchos de ellos, ya hemos hablando otras veces; así que, no vamos a repetirnos. A su vez, el ego de la mayoría de los supuestamente mejores arquitectos siempre ha ido un poco desbocado. En algunos casos más evidentes con una neurosis galopante, pero en general la humildad ha brillado por su ausencia (ver aquí).

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Es más, incluso a la asignatura de urbanismo se miraba de reojo y tod@s teníamos la mente puesta en proyectar arquitectura de la buena, con mayúsculas. Posteriormente, fueron apareciendo conceptos más sociales aplicados a ese otro rancio urbanismo que en las Escuelas de arquitectura fueron entrando por la puerta de atrás. Curiosamente a aún hoy cuesta escuchar en nuestras escuelas hablar de la gran labor que están haciendo jóvenes arquitectos como Zuloark, Paisaje Tansversal o Enorme Estudio.

Así, en nuestro desembarco en el mundo laboral, ingenuamente pensábamos que podríamos hacer proyectos de arquitectura durante toda la vida. Durante los primeros años como estudio, sólo nos veíamos proyectando y no teníamos ningún interés en hacer otra cosa que no fuera eso.

Poco imaginábamos que al salir de la escuela, el mundo no era tan sencillo y, de golpe y porrazo, nos vimos con una mano delante y otra detrás, desprovistos de cualquier idea empresarial.

Sabíamos algo de arquitectura, pero poco de la vida.

Por aquel entonces, hablar de dinero, de clientes o de cómo demonios se lleva un estudio, no estaba bien visto; nosotros, como la inmensa mayoría, hablábamos de arquitectura. Pensar que un estudio era una empresa era poco más que una herejía; lo triste es que a día de hoy, en muchos ambientes, sigue pasando lo mismo.

Sin embargo, con la llegada de la crisis y la revolución de la red, los arquitectos nos hemos visto abocados a entrar de lleno en  temas mucho más mundanos e intentar ver cómo sobrevivir en este incierto panorama. Ahora, aquellos arquitectos que sólo hacían arquitectura, seguramente están haciendo un poco de todo y ya no les parece que quien no está todo el día haciendo concursos de museos es un arquitecto de segunda.

Es más, más de un arquitecto de primera fila, tiene dentro de su propio estudio dos oficinas; una que le da de comer y bajo otro nombre realiza “encargos normales” y otra con la que hace arquitectura para publicar y ser reconocido. Ni lo criticamos ni lo alabamos, sólo lo constatamos.

2. Arquitectos que proyectan.

Por otro lado, todavía se ve a muchos arquitectos pensando que por hacer proyectos, aunque sea para el peor cliente del mundo, son más arquitectos que aquellos que deciden mirar más allá. Es más, esta actitud es todavía peor que la de los arquitectos que, no hace tanto, miraban  a estos mismos con desdén por colaborar con la avaricia del promotor y a los caprichos de cualquier cliente privado.

En nuestra opinión, antes de la crisis, con unos honorarios decentes y sin volverte loco para conseguir un encargo, podía tener sentido que la mayoría de arquitectos nos enfocásemos  en hacer sólo proyectos de arquitectura y a ser posible la mejor arquitectura del mundo.

A día de hoy, el tema es mucho más dudoso y, aunque nos parece estupendo que quien quiera pueda seguir intentándolo, no pensamos que sea la mejor opción para la mayoría del colectivo.

A esto hay que sumar que para los que siguen sólo proyectando y no son Campo Baeza, seguramente estarán haciendo proyectos de poco interés con una presión terrible tanto del cliente como del constructor. Es decir, estarán gastando muchísima energía en hacer una construcción que, quizás, de arquitectura tenga más bien poco y de problemas mucho.

Por ello, no creemos que quienes siguen pensando que sólo se es arquitecto de verdad cuando estás con  tu proyectito entre manos, tengan razón. Se es arquitecto cuando se ama la arquitectura (ver aquí) y, con lo que sabes de ella, te pones al servicio de la sociedad.

A su vez, hay mucha gente que da por hecho que sólo se puede ser profesor de arquitectura si has proyectado y construido mucho. Nada más lejos de la realidad y ni siquiera en proyectos es imprescindible. Evidentemente, si has construido está genial y si han sido buenos proyectos mejor todavía; pero, puestos a elegir, preferimos un arquitecto joven con poca experiencia en la vida real, pero con la capacidad de ilusionar y emocionar a los estudiantes que al típico arquitecto ya de vuelta con nulos conocimientos docentes.

L@s arquitect@s podemos hacer muchísimas labores (en un viejo post apuntábamos 100 –ver aquí-) y cada vez tenemos más claro que hagamos lo que hagamos, lo que tenemos que hacer es intentar marcar la diferencia. Unos lo llamarán reinventarnos, otros ser emprendedores; da igual, lo importante es no estar haciendo todos lo mismo, bajándonos los pantalones para conseguir un proyecto a cualquier precio. Basta ya de navajazos por un chándal. Con este tipo de actitudes anti-empresariales lo único que estamos haciendo es seguir trabajando por migajas, con el sueño (muchas veces irreal) de que algo de arquitectura nos dejaran hacer entre tanto adosado con visillos.

casa- arquitecto comercial

3.  De igual a igual.

Estar en la periferia de la arquitectura puede ser mucho más creativo que seguir en lo de siempre.

A día de hoy, quizás en estos límites inciertos de la profesión, podamos ser mucho más útiles a la sociedad. A fin de cuentas, se trata de poder estar en el servicio haciendo algo que nos guste mucho y nos mantenga con las pilas puestas.

Si para ello hay que salir de la zona de confort y navegar en la incertidumbre, pues habrá que ir a ello. No hay marcha atrás y quien no se adapte a la nueva era que nos toca vivir (ver aquí), simplemente, dejará de tener oportunidades laborales.

No hay arquitectos-arquitectos o sólo arquitectos o peor aún arquitectos de segunda. Hacer tasaciones o realidad aumentada, no nos hace ni más ni menos arquitectos; tan sólo diversifica caminos y, en ocasiones, se abren nuevas vías antes inexploradas para la profesión. Ahora toca que Escuelas e instituciones se pongan las pilas con el tema.

La única verdad, es que todos somos arquitectos y bastante complicado está el tema como para que sigamos marcando diferencias entre nosotros. Ponerse por encima de un compañero siempre es un mal plan y la profesión de arquitecto tiene ciertos malos hábitos heredados de tiempos ancestrales que no nos hacen ningún bien.

Siempre nos ha gustado criticar y criticarnos; eso sí, en corrillos y cortijos.  !Ah!! Y por supuesto en voz baja; la valentía tampoco es la mejor virtud de quienes aman esta crítica mezquina y ruin. A la cara, más bien poco.

A su vez, nos encanta mostrarnos fuertes y poderosos. Esto de mostrar debilidades es como que no va con nosotros. Sin embargo, no hace mucho oíamos que la vulnerabilidad es la definición más precisa de valentía. Parece que nos queda mucho camino por recorrer.

Como siempre decimos, el mundo 2.0 nos abre infinitas posibilidades de colaborar y además hacerlo de forma diferentes.

Son tiempos de sinergias y de colaborar. Nos gusta mucho la metáfora de que l@s arquitect@s debiéramos ser como las raíces de los árboles que se interconectan para que el bosque sea un ecosistema más poderoso, como bien se explica en el siguiente post del blog Ecocosas:

“(…) Los árboles más antiguos, ya desarrolladas y grandes, son considerados como «plantas madre». Ellos se encargan de la gestión de los recursos de una comunidad de plantas a través de los hilos de hongos. Esta conexión es tan fuerte que, según la investigación del equipo de Simard cuando se corta un árbol de este tamaño, la tasa de supervivencia de los miembros más jóvenes del bosque o selva se reduce drásticamente. La conexión existente entre las plantas es comparable con la sinapsis de las neuronas humanas. (Ver aquí)»

Cuantas más jerarquías seamos capaces de eliminar mejor que mejor; colaborar de igual a igual con aquell@s que han terminado la carrera hace poco, es un buen ejercicio para encarar con más posibilidades nuestra realidad laboral. Todo es cada vez más inestable e incierto; convivir con este mundo líquido del que tanto hablaba Bauman, no es sencillo, pero es lo que toca.

Apostemos por la arquitectura; pero no por nuestra particular forma de ver arquitectura; sino por una mirada transversal, holística y cuidadosa. Seamos más abiertos de mente y hagamos el esfuerzo de aprovechar la red para que nos ayude a tener más oportunidades laborales.

Son tiempos complicados y precisamente por eso, nos conviene estar más unidos que nunca. Animamos a mirar al otro con cariño, sabiendo que seguramente lo está pasando mal y que mirarle desde la arrogancia, no le va ayudar en nada. Martin Buber hablaba de la tendencia a cosificar al otro; a no ver a la persona que está detrás de la fachada. Nos conviene poner nuestra empatía en juego y dar, desde ahí, lo mejor de nosotros.

Así, un poco de compañerismo y generosidad nunca estará de más.

En cualquier caso, como siempre, os animamos a darnos vuestra opinión sobre el asunto, pues este post es tan sólo un pensamiento en voz alta, sujeto a todas las limitaciones de nuestra visión subjetiva de la jugada.

Autores del post: Stepienybarno _ Agnieszka Stepien y Lorenzo Barnó

Imagen de portada extraída de la página de facebook del blog de la Unión.

*Imagen 1 extraída de la web modlar.com

**Imagen 2 extraída de la web solostocks.com.ar

 

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De la PRECARIEDAD a la DIGNIDAD laboral en nuestros ESTUDIOS DE ARQUITECTURA.

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3 COMENTARIOS
  1. PilarC

    Esto es así ahora y hace 30 años, están los arquitect@s y los arquitectill@s (los que hacen cosillas, arquitectura alimenticia… sí, arquitect@s de segunda). Ahora estamos también los que le damos a otras cosas, incluso siendo «mayores»: decoración, papeleo, blogs, 3D, asesoría… Y lo que más me cabrea es que los Colegios no son conscientes. Ahora diez años después del comienzo de la Gran Crisis se empiezan a dar cuenta de que no tienen arquitectos jóvenes colegiados, pero porque no tienen ingresos de esa franja de edad, no te vayas a pensar otra cosa!!! Claro, son profesionales que hacen trabajos que no se visan, entonces… ¿Para qué colegiarse? Y aun así, NO-HA-CEN-NA-DA, bueno, sí, subir las aportaciones a los que sí estamos colegiados. Será divertido ver dentro de 15 o 20 años esas cenas de Hermandad que poco se promocionan y a las que sólo acuden los que cumplen 25 o 50 años de colegiación (no de profesión) a recoger la medallita (ahora pin). Se va a quedar la Junta Directiva en familia, lo peor será que entre todos seguiremos pagándoles la cena…

  2. Marta

    Aun compartiendo muchas de las opiniones que mostráis en vuestro post, no puede dejar de ver una gran carga de testosterona. Creo que deberíamos empezar a trabajar en una nueva forma de denominar a nuestra profesión, ya que cada vez que se nombra a los «arquitectos», yo que soy arquitecta, no me veo representada. En muchas de esas otras labores se segunda de las que hablas, el colectivo de mujeres profesionales de la arquitectura llevamos años trabajando y nos sentimos muy orgullosas de nuestro trabajo. Yo por ejemplo, (y cada vez más mujeres, por cierto) trabajo en el ámbito de la administración, y creo que es un trabajo muy necesario que siempre ha estado desvalorizado por una gran parte de nuestro colectivo.

  3. Agus Boada

    Quería daros las gracias por poner tantas grandes verdades juntas. No conozco cuál es la realidad actual en las escuelas de arquitectura pero la que viví yo concuerda perfectamente con vuestra descripción. La degradada situación a la que hemos llegado como colectivo sólo puede remontarse con humildad, reflexión y compromiso con la sociedad, entendiendo que premios y publicaciones no son la finalidad de nuestro trabajo. Por suerte, como en otros ámbitos de la sociedad, van apareciendo nuevas luces como vosotros que iluminan el camino a seguir.

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