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CARTA DE UN DOCTORANDO DE ARQUITECTURA TAMBIÉN MUY CABREADO

Hace  tiempo que no publicamos nada en nuestra sección de  “carta de…” y esto no puede ser. De hecho, son artículos que normalmente gustan mucho y esperamos que este no sea la excepción.

¡Ya nos contarás qué tal te parece esta nueva carta que nos hace llegar un doctorando que parece estar muy cabreado!


Hola ¿Qué tal?

Mi nombre en este caso no es importante, pero pongamos que me llamo Andrés.

Lo más importante que tengo que contar es que, he pasado de ser un arquitecto cuya vocación por la docencia era capaz de mover montañas a un arquitecto asqueado con un sistema docente que no funciona y que nadie pone encima de la mesa.

Espero que, más allá del deshago propio de sacar fuera lo que pienso, esta reflexión pueda ayudar a que se den pasos para que cambie un sistema obsoleto y que huele a podrido desde lejos.

No voy  a entrar en temas de docencia propiamente dicha. Es evidente que se puede impartir clases en arquitectura -y fuera de ella- mucho mejor; pero sobre esto sí que se está hablando y muy bien. Por ejemplo, en este post en el blog de Fundación Arquia.

Lo que me interesa contar es lo que yo acabo de sufrir en mis propias carnes y no me parece ni medio normal.

 

PRIMER ACTO _ Los cursos de doctorado.

Hace 7 años accedí a los cursos de doctorado. Por cierto, coincidí con otra arquitecta muy cabreada que publicó previamente su carta en este mismo blog. Allá pasamos dos años, sin pena ni gloria, pero nos dieron el apto para poder investigar.

La tesis la tenía bien clara desde el principio y lo único que necesitaba era una beca para poder entregarme en cuerpo y alma a la investigación. Me apasiona el tema de la participación y quería profundizar en el papel del arquitecto cuando se produce una verdadera participación ciudadana y no los fuego de artificio habituales.

Mi sorpresa llegó cuando vi con estupor que sólo se concedían 2 becas al año en mi Universidad. Evidentemente, no hay muchas posibilidades de que te la den y me quedé con dos palmos de narices.

Triste y compungido vi como mi plan se venía abajo; así que, tuve que embarcarme como falso autónomo en un estudio de arquitectura. Esto es algo que siempre dije que no haría; pero, por aquel entonces estaba naciendo nuestra primera hija, Alba, y pensé que lo primero era asegurar los garbanzos. En el estudio trabajaba más de lo pactado y como os podéis imaginar el pago de las horas extras brillaban por su ausencia. Aun así, los jefes eran majos y el trabajo estaba bien.

 

SEGUNDO ACTO _ EL mundo de las publicaciones indexadas

En cualquier caso, me sirvió para ir tirando y poder avanzar con la tesis a las noches. Mientras tanto, una pequeña editorial me quiso publicar un librito sobre  uno de los temas de mi investigación. Lo que me llevé en metálico del libro fue exactamente cero euros y muchos quebraderos de cabeza. A nivel académico pensé que me puntuaría bastante a la hora de poder optar a dar clases; pero, nuevamente, comprobé que mis planes se venían abajo.

Cuando opté, hace tres años, para ser profesor en la Escuela, prácticamente no se valoró el que fuera autor de un libro.

 

Bueno… esto es así y listo. Pero, lo que me empezó a mosquear mucho fue que mis compañeros de doctorado, mientras yo me volvía loco con el libro, comenzaron a escribir artículos de investigación.

Así que, yo un poco más tarde seguí sus pasos y comprobé con estupor que dentro de nuestro mundillo arquitectónico prácticamente no hay revistas con alto índice de impacto. Llegué a publicar en RITA –que está muy bien- y alguna otra, pero mis compañeros consiguieron hacerlo en varias revistas que se encontraban en los límites de la arquitectura y el arte, pero sí que estaban muy bien indexadas. Una vez que entendí la jugada yo también intenté hacer lo mismo; pero entonces vi que mis artículos nunca eran seleccionados.

 

También vi como el contenido de muchos de estos artículos sí publicados era bastante insulso; eso sin entrar en lo aburridos que eran. Pero tenían algo que me llamó poderosamente la atención. Todos estaban llenos de citas. Pero no citas a Bauman, Sloterdijk o Marc Auge. Las citas eran entre otros doctorandos y, sobre todo, entre otros directores de doctorandos.

Es decir, unos grupos de investigación citaban a otros y los otros a los unos. De paso, y esto no puedo asegurarlo, pero veo que es así, muchos directores echando un ojo por encima al artículo terminaban siendo también ellos coautores de los mismos.

Y todos estos artículos sí que puntúan, y mucho, a la hora de entrar en la Escuela a dar clase.

 

En fin, como podéis entender, esto sólo puede cabrearme y me niego a entrar en este sistema. A su vez, muchos de los que entran en la Escuela a dar clase rinden pleitesía al catedrático de turno, casi siempre hombre, y casi siempre con un estudio de arquitectura en paralelo –cuando tienen exclusividad con la Universidad-. Pero de esto, nuevamente, nadie dice nada  y, así, seguimos pervirtiendo un sistema que no da más de sí.

No digo que todos los que están en la Universidad entran en estos juegos de mierda. No, sólo son algunos; pero los suficientes para que den mucho asco y los demás juguemos en inferioridad de condiciones.

 

TERCER ACTO _ Prelectura y a depositar la tesis

Ahora, estoy a punto de entregar la tesis y tengo que decir que, tras mucho esfuerzo, estoy satisfecho del resultado. Mi directora de tesis me ha apoyado y entendido.

Hice la prelectura que también es otro circo. Me dieron caña hasta hartar; aunque también es cierto que podría poner la mano en el fuego a que ni siquiera los miembros de este tribunal de pandereta se habían leído la tesis. Buscaron fallos formales y los exageraron para quedar por encima. Me pareció todo un paripé y muy cutre en el fondo y en las formas.

Me han avisado que depositar la tesis y organizar el tribunal es un trabajo en sí mismo y que siempre hay un funcionario –normalmente el mismo- que me hará la vida imposible.

Si a esto sumamos mi preocupante falta de destreza para temas administrativos, creo que se avecinan curvas.

 

 

Toca enfrentar la recta final y ver si, realmente, me vale la pena seguir en la enseñanza por 600 euros al mes y mil horas de curro. También, me toca valorar si quiero seguir contribuyendo al otro lado oscuro de la profesión: arquitectos sin seguros ni vacaciones trabajando por 1.000 euros para otros arquitectos.

 

Así, mientras he visto emigrar a compañeros de carrera superbrillantes, yo estoy aquí embarcado en esta aventura que cada vez me convence menos.

Además, cuando finalmente sea doctor, entiendo que es muy triste que algo que lleve tanto esfuerzo, sólo me sirva para estar en la línea de partida del mundo académico y no tenga ningún valor –en España- fuera de él.

Mientras tanto, generamos un sistema docente, que en el mejor de los casos es decente, en vez de haber retenido a los mejores de cada promoción y que quien entre en la docencia lo haga por convicción y en unas condiciones mucho más favorables.

 

En cualquier caso, llegado este punto, sólo sé que quiero descansar, parar y replantearme todo esto. No es lo que soñé cuando comencé arquitectura y la vida son cuatro días. Creo que no vale la pena vivirlos cumpliendo sueños de otros y malviviendo de esta manera.

Y esto es todo. Esta es mi historia que, como ves, no tiene nada de épico ni valiente, pero que es lo que nos pasa muchos, pero pocos contamos.

 

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* Nos hemos permitido, desde Stepienybarno, escribir este texto en una extraña primera persona, en nombre de miles de doctorandos de arquitectura.

 

Imagen de portada: dibujo de Álvaro Siza.

 

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4 COMENTARIOS
  1. Marián Juárez Pérez

    Una cita, una idea…»Yo he aprendido más de los animales que de los hombres».
    Eduardo Punset

  2. Luis Breton Belloso

    Hola supuesto Andrés. Supongamos que me llamo Luís. Mi experiencia fue similar cuando tenía veintitantos, sólo que yo (como debo ser gilipollas) la repetí a los cuarenta… y fue mucho peor. Pero ánimo supuesto Andrés» que la verdadera crítica está fuera de las escuelas. Hay mucha vida fuera de la escuela…de hecho la verdad esta fuera y no dentro. Te animo a seguir escribiendo y publicando con libertad e independencia. Hay muchas maneras de hacerlo. Que toda la fuerza de los desterrados, los proscritos y los arquitectos clandestinos te acompañe… ya eres uno de los nuestros. RESISTE!!!!

  3. Estibaliz

    Muy buen artículo. Es un mundo que yo no he vivido en primera persona pero lo que siempre se percibe es que el mundo del doctorando es algo difícil y poco valorado justo en los ámbitos donde más debería valorarse. Leí un artículo similar de una chica en Países Bajos, haciendo su doctorando (no recuerdo si era algo de Biología o así) y contactando con otra profesora que había acabado el suyo un par de años antes y que le contaba que había tenido que buscar un segundo trabajo para poder ganar suficiente para vivir. Algo un poco o bastante vergonzoso y a lo que yo nunca le encontraré el sentido.

  4. Elodith

    Gracias por la carta.
    Identificada con tus palabras.
    Me quedo con el sabio párrafo final: No cumplas sueños de otros, lucha hasta hacer lo que te gusta.
    Saludos.
    Arq.Elodith Sánchez

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